La huella de la arquitectura

Qué impacto tiene la obra de un arquitecto en el planeta? De qué sirve intentar implementar una arquitectura bioclimática o crear edificios ECO Friendly, si luego en su papel como proyectista, el arquitecto, sigue sucumbiendo a la monumentalidad de su obra con el fin de asombrar.

Como profesional, me entristece ver como se antepone esta necesidad personal de reconocimiento o de impresionar; olvidando, a la que bajo mi punto de vista es la verdadera esencia y razón de la arquitectura, que es cubrir y solucionar las necesidades de la sociedad.

No debería ser hora de que los arquitectos reconozcamos el impacto que nuestro trabajo tiene en el planeta y pongamos fin a esa arquitectura monumentalista de grandes bloques y cajas de hormigón, con impresionantes, caros y desafiantes voladizos, de dudosa función; de desmesurados espacios que requieren del doble de energía para aclimatar; y volvamos a rescatar la arquitectura de los grandes maestros que entendieron que la arquitectura era un arte al servicio de la sociedad. Una sociedad cambiante, obligada a adaptarse a las nuevas circunstancias, necesidades y problemas que surgen. Es decir, una sociedad preocupada cada vez más por la huella ecológica que las personas mediante nuestras acciones y decisiones dejamos en el planeta. Una sociedad preocupada por el impacto que el ser humano genera en la naturaleza, por el cambio climático, por el desabastecimiento de materias primas, por la crisis energética, por una economía constantemente desestabilizada…

No deberíamos como arquitectos y proyectistas actuar y responsabilizarnos del papel que tenemos, en y con, nuestra sociedad? No deberíamos aprender de maestros como Le Corbusier o Walter Gropius que comprometieron su trabajo a dar respuestas a través de sus creaciones y capacidad de proyección, a las necesidades sociales de su época; sensibilizados por las arduas circunstancias que atravesaban sus compatriotas; y a pesar de ello crearon algunas de las más grandes obras maestras de la arquitectura modernista.

Entendieron que no era momento de saciar sus propios deseos creativos, sino que tenían que cumplir y contribuir con un bien común. Y al igual que ellos, nosotros como arquitectos deberíamos aceptar que nos encontramos en un momento cambiante, en un punto de inflexión. Y que ya no todo vale. Que hay que ir más allá, que debemos, mediante nuestra capacidad de diseño y proyección, contribuir a disminuir la huella ecológica de nuestras creaciones. Apostando por una arquitectura respetuosa con el entorno, que cause el menor impacto posible; una arquitectura donde la calidad del proyecto prime por encima de su monumentalidad. Sin miedo a la simpleza o a la pérdida de valor, y no olvidar que al final “Menos, es más”.

 

Davinia Catalá